En el ecosistema mediterráneo el conejo constituía la base fundamental de la pirámide trófica. Desafortunadamente enfermedades como la Mixomatosis o la Enfermedad Hemorrágica Vírica, que pretendían controlar las poblaciones excesivas en las antípodas, causaron el declive de las poblaciones y, con ello, la cadena trófica se desajustó, con especial afección a dos especies emblemáticas especializadas en su caza: el Lince ibérico y el Águila imperial.
Debido al fácil acceso a piensos y forraje para ganado, los cultivos tradicionales y los clásicos paisajes en mosaico que tanto beneficiaban al conejo comenzaron a desaparecer, lo cual dificulta aún más la recuperación de las poblaciones del conejo y otros herbívoros, como las liebres, perdices, tórtolas, palomas… Estas especies, a su vez, constituyen el alimento de numerosos y diversos depredadores.
Diferentes intervenciones en la finca pretenden facilitar la protección de la población existente, una de ellas es la creación de majanos o vivares, donde los conejos encuentran refugio.